Ingrato el que no lee la poesía
y la margina como cosa sin valor,
sin saber que se convierte en piedra
con perdón de estas, que a veces
son cristal.
Ingrato quien no atiende a su llamado,
tan solo por llevar sensibilidad al alma,
es su único pecado y su distintivo
que puede convertir en humano al animal.
Ingrato aquel que no tiene sobrada pureza,
para sentirse parte de la fiel inspiración;
aquella que nos alumbra sin ser tan material,
solo luz intangible que se acomoda al bien.
Ingrato el que no conoce un verso,
tan solo aquel que va para una madre,
otro que va para el padre o a un hijo,
no digamos a Dios que es nuestro Creador.
Ingrato el que se ríe de la poesía bella,
más ingrato el que ríe del poema humilde,
el que nació de un alma que se viste
con harapos
y es testigo del significado de la vida.
Ingrato el que no ora por el pobre,
principalmente por la madre que anhela,
algún verso perdido entre la fronda
que aliente su corazón tan humillado.
No lo maldigo, sino, lo bendigo
porque aún está por nacer hacia la vida,
tiene obstruido su obsecado pensamiento
y no sabe de donde viene y a donde va.
Por eso escribo más poesía y más poemas,
tengo fe que habrá siquiera uno que los lea,
comprenda mi intención de alabar su nombre
y su ínclita existencia en este mundo mío.
AUTOR: RODIMIRO GRAMAJO RODRÍGUEZ.
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