viernes, 3 de mayo de 2013

Vida por siempre


Cuando vine, vine llorando
estando muy pequeñito pude sentir
unos lazos, supe más tarde eran dos brazos 
que me llevaron junto a un corazón,
supe después que brazos y corazón
eran de mi madre buena.

Pasaron horas, sentí otros brazos
que con más fuerza me aprisionaban;
su corazón latía fuerte,
no pude ver por no poder,
al poco rato de ver borroso
yo que sabroso sentí los besos.

Entonces vi esas dos bocas,
un ser moreno le agradecía
a esa madre que me sacó
de esa cuna que me runó
en ese vientre oyendo voces:
te espero hijo, nace ya pronto,
eran mis padres que me llamaban.

Crecí, crecí, crecí como centella,
cuando sentí ya era niño
y ahí sentí un sufrimiento
que a la fecha mi pensamiento
guarda el recuerdo cuando partió
mi padre santo, se fue al cielo.

Pasaron años, otros amores yo descubrí
que acompañaron mi juventud
con dulce amor  ya sin temor
y fue ahí mi bella madre se me iría;
tormento y dolor cuando partió,
solo recuerdo una mirada de despedida
y comprendí que me decía:
Allá te espero.

Años después mi dulce amada
pronto, pronto también se fue;
mi fortaleza de hoy son mis hijos.

Ya han pasado muy largos años,
hoy de anciano no temo nada,
atento estoy a mi llamado,
sabiendo bien que no hay muerte,
es un cerrar a este mundo
y un abrir al tercer cielo;
caminaré cuando disponga,
no lloraré cuando me lleve,
como lloré cuando nací
y eso fue por la nalgada.


Autor:  Juan Antonio Monterroso Villatoro.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario