Me quema la piel
por el pecado y su hiel
que envenenaron mi alma
limitando mi existencia
en perder la paz y la calma.
Hoy se que fueron tus ojos
como tu cuerpo esbelto
y esos besos ardientes
que me hicieron pecar al instante
y yo cayera con tu amor prohibido.
Perdón mi amada esposa,
pues en vez de darte rosas,
espinas clavé en tu cuerpo
que causaron dolor y sufrimiento
con este mal comportamiento.
Jamás me perdonaré,
ni Dios me perdonará
lo infiel que yo procedí,
teniendo una buena mujer
por ello yo te perdí.
Al cielo pido mi amada
olvides mi mal proceder
y vuelvas muy pronto calmada,
pues yo no quiero perder
los años contigo vividos.
Autor: Juan Antonio Monterroso Villatoro.
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