(Desde la tierra de los Altos,
desde la estrella y la luna de Xelajú
yo te canto porque lo mereces tú.)
Hermoso ciprés centenario
que yergues junto al calendario,
testigo de generaciones
que han ido al calvario
cuando se escucha sonar el campanario.
En Sibilia la suerte me permitió haber nacido;
a los cabalgantes has complacido,
así como a los pajarillos
que en ti hacen su nido;
porque eres ciprés entre otros preferido.
Muchos quisimos estar bajo tu sombra,
pero el destino es quien hace la obra;
estando lejos, pero orgullosos se te recuerda
esperando verte cuando se celebre la feria.
Entre rumores y carcajadas,
tú vigilando las calles empedradas
junto a los jóvenes en sus alboradas
cuando hacen en el pueblo las veladas.
Conservas tu color tan natural
que se confunde entre la milpa y el trigal,
como el agua que se echa en un cristal
o como el viento en la época primaveral.
Centinela de mi pueblo adorado,
conjugando con el cielo estrellado
que constante ha estado a tu lado
con el néctar de tus hojas perfumado.
La vida pasa como los doce meses del año,
pero a ti ni siquiera te han hecho daño;
viviendo siempre como en otoño
al igual que el Señor de San Antonio.
Ya pocos te estamos venerando,
muchos se han ido de ti separando;
pero tu te seguirás quedando
aunque otros se vayan sepultando.
Añoso ciprés ya te canté,
pero en mi mente siempre te tendré,
cuantas veces junto a ti estaré
e inmarcecible te declamaré.
Como ninguno no has envejecido,
por eso te echamos al olvido,
porque como hermanos tuyos hemos sido;
hoy sólo te expreso mi sincero despido.
Autor: José Nery Gramajo Sántos.
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