Con el alma enternecida y quebrantada
dejamos en el sepulcro un Telegrafista
que sin duda alguna honró a su familia,
no digamos a Guatemala que hoy lo extraña.
Después de haber cumplido nuestro cometido,
tenemos que irnos en pos de nuestro Redentor,
a preparar el lugar de nuestros hijos y allegados
como lo está haciendo don Mario desde ya.
Fue su trabajo un serio y humilde confesionario,
donde tantas penas y alegrías pasaron por sus manos,
calló ante las vicisitudes de la vida y su faena
para llevarlas con él y presentarlas ante Dios.
Hoy lo despedimos en su largo viaje que ha iniciado
sin olvidar sus consejos, enojos y sonrisas;
son un tesoro que espiritualmente llevaremos siempre
para fortalecernos en cada momento que sintamos
desmayar.
Don Mario estuvo atento a los azares del destino y la vida,
para merecer el lugar que hoy está ocupando ante Dios,
lo que debemos de imitar nosotros sin egoísmos ni envidias,
sólo con un corazón lleno de bondad y plena caridad.
Aquí es donde purificamos nuestro ser y entendemos todo
y volvemos a ser amigos para tomarnos de la mano con amor,
olvidamos las ofensas, agravios y sinsabores percibidos;
entonces la muerte no es mala, sino, es nuestra purificación.
Él ha dejado su lugar a sus herederos, amigos y esposa
para que continúen su obra que tal vez no pudo terminar;
con su ejemplo terminaremos de escribir el libro
que tiene enseñanzas y el ABC de plena caridad.
Tal vez sea otra Biblia no lo sabemos todavía,
entendemos que es un corolario de experiencias y vivencias
que estarán presentes en la evolución del tiempo y de la vida
y en su familia que lo tendrá en su mente, acciones y recuerdos.
Cabrican se adiciona a este duelo que es grande y sentido,
porque dejó semillas de entendimiento en amigos y familias,
que corrieron a su oficina para confesarle sus "mandados"
que llegaron a su destino sin perderse en el éter confundido.
Adiós don Mario y que le vaya bien en su camino eterno,
no olvide que deja gratos recuerdos que pronto florecerán;
será la herencia que perdurará en la historia tan sagrada
que no olvida, sino, le pone el laurel de la satisfacción lograda.
Otra vez gracias por sus vocablos que en veces nos regalara,
como también la atención que nos pusiera en nuestras visitas;
cuando quiera visitarnos en espíritu y con voz tan silenciosa,
nos encontrará orando por usted y su ínclita familia.
"Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre" dónde don Mario esté,
porque ahí estaremos también nosotros
hasta el final de los siglos y por siempre Amén.
COMO UN RECUERDO DE RODIMIRO GRAMAJO
RODRÍGUEZ, Y MARGARITA ELIZABETH ESCOBAR
ARAUZ. OSTUNCALCO 13 DE FEBRERO DE 2020.
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