Yace una niña sentada en la banqueta de un parque
con los codos en las rodillas
y las manos en la barbilla,
triste desolada y muy pensativa.
Claro, esa pobre niña melancólica
pensaba en su futuro; y se preguntaba
por qué su soledad, cuando ella veía
a todos los niños de su edad reír y jugar.
Añorando dentro de su corazón
y ella decía ¿Por qué? mi padre ¿Por qué?
Mi madre ya de mi no se recuerda
dejándome en el olvido de la vida.
Vida, vida...
Que con el paso de los años
los golpes y los tropiezos que han transcurrido
del tiempo de la misma me han convertido en mujer.
Mujer que sin imaginarme lo que vendría
una vida con una familia, familia que al llegar el ocaso de los años
en mi vida la carnosidad de mi cabellera
ha convertido en un color gris plateado.
Ese, ese...gris plateado que conlleva
la experiencia y sabiduría, pero a la vez
va convirtiendo al ser un senil e inútil estorbo,
estorbo que va de lado a lado, de casa en casa y de hijo en hijo.
Y para esos años regresemos a ese mismo lugar,
acongojados, llenos de tristeza en nuestro corazón
para solo estirar la mano y esperar la caridad
de un buen corazón, volviendo a ser niña otra vez.
Autor: Julissa Elizabeth Arango Enríquez.