Permíteme decirte que:
Tus arreboles compagino con la altura omnipotente
para descifrar tus encantos en flor de luz y de poesía;
como aquella que capciosamente te besa perfumada
retocando más sus pétalos en tus costumbres caprichosas.
Solo aquel que no lleve en su sangre la poesía,
no puede acariciar con el alma tu dialéctica figura;
porque sin que hayan poetas aparecen tus encantos
diseminados por doquier en tu singular topografía.
Haces que parpadeen los versos ya dormidos
en mi subconciente que preceloso te bendice;
eres el mágico ósculo que el Redentor depositara
o lo dejara enredado en tu diáfana inocencia.
Desde la paráfrasis en que medita tu sinopsis,
pareces oasis con hechizos de lánguida sonrisas,
de ello no me dejará mentir el firmamento
porque de ti no desprende la mirada que te envía.
De ello va emergiendo puro y cadencioso
el arrullo que en tu nombre danza y juguetea,
succionando como picaflor enamorado y vespertino
el néctar del amor que desparrama tu cultura.
Fragmento y esencia que "atraes y enamoras",
armonizando a las almas que te adoran,
como la fuente de bendiciones y promesas
que humedece mi pluma para escribirte ahora.
Te agradezco ¡Oh gema de facetas cristalinas!
que me permitas elogiarte como niña encantadora,
cuando se abraza con la espuma transformada en perlería
donde anidan los luceros y sonríen las estrellas.
Es tu flora la esmeralda engastada en tu diadema,
que peina y entrelaza tu nombre con el vértice;
donde los bardos y las musas permanecen pensativos
tratando de escribir cuartetos en tus cálidas pestañas.
Si el silencio ambiguo de tu ambiente ríe iluminado
en cada molécula de tu cuerpo tan bonito
es porque pareces ciudad princesa que la cabellera se alborota
cuando corre hacia los brazos de su príncipe encantado.
No dudo que te delinearon en el lienzo de la fronda
para que el firmamento te envidiara por las noches;
él con millares de luceros encendidos
y tú, con tu gente de singulares encantos sugestivos.
Cuando veo y palpo tus callecitas tan coquetas
el devenir del tiempo es pedrería, ensoñación y acento;
mi cuerpo débil como espíritu deambula y viaja
observando la fragancia que te besa y acaricia.
Tu me has vuelto ladrón enamorado que te admira
y roba tu bolso custodiado de azucenas marmolíneas,
el encanto y el arco iris que son himno en mis sentidos
y metáfora en la hemoglobina que tiñe mis entrañas.
Como expresarte mi sentir y la armonía
que mi pecho poco a poco sus párpados deshojan
para acariciar el paradigma que haces con la gloria
y ratificar con vehemencia la inigualable creación divina.
Nunca brilló en mis hálitos de lóbrega existencia
la idea del don que me inspira la homilía
para conocer tu origen subyugante
o la lucífuga luciérnaga que tu senda iluminara.
Llegaste en tu carruaje de nácar encendido
para abrigarte con amor en el diálogo chapín;
aquel que el sol sostiene con la luna
en claras noches de erizado plenilunio.
Nunca digas que no eres bella mi Xelajú encantadora;
balcón en que anida la belleza y quien te crió,
nunca digas que la mentira corroe mi conciencia
porque también lo dicen tus celajes en esporas.
Bendita la gama de celestes sinfonías que te adornan,
que engalanan y danzan a tu nombre susurrando
el coro pentagramado que canta a tu hidalguía
cuando en momentos enmudece el alma mía.
Sacrosanta virtud en terruño convertido,
nido de églogas que se sustenta con nocturnos aleteos;
suspiros de poemas que en tus noches escapan presurosos
para besarse en tus esquinas donde otros no lo hicieron.
Quetzaltenango, acrópolis bonita con rizos de montaña,
perfume de gladiolas y arrogancia de begonias;
donde Guatemala en tus pétalos suspira
y en su cáliz, su frente con aromas de pistilos purifica.
Xelajú, metáfora enamorada del enhiesto Santiaguito;
guardián de opulencia y de visión subyugadora;
cual bastión que te da sombra y serenatas
cuando tu paisaje se matiza de color para besarte.
Eres precioso con tu alabastro de jazmines
recostado en tu cintura teñida de laurel;
eres como doncella que se baña sin sus prendas
que el embrujo despojara cuando añorabas mi poesía.
Hoy en tu onomástico de alegría y sortilegios
también mi esbelto Santa María te saluda
y la inspiración de Wil Ospina y Osmundo Arriola
no hacen más que brindarte su aureola y su grafía.
Escucha como las ilustres añoranzas del pasado,
también desfilan en acordes por tu nombre;
corolarios que han inmortalizado ya tu historia
en el pergamino donde tu alma vive embalsamada.
Tu existencia es la esencia de la mía
que hoy te adora con cuartetos acentuados,
los cuales corté en tus jardines soñadores
donde las mariposas bicolores a diario se retocan.
Tu Virgen del Rosario vuela por el viento,
tapizando de milagros tu epidermis de limo saturado;
origen del maíz que entona con espigas de oro
el himno en que permaneces bastante idolatrado.
Así eres mi omnisciente paraninfo que yo adoro,
lleno de sorpresas cual cajita de pandora;
donde al extraer un verso ahí escondido
no encuentra más que madrigales consentidos.
Sabía que al escribir cuartetos a tu nombre,
formaría una cascada desde el cielo,
porque quise que el Redentor me los dictara
para no omitir de tu ciencia nada.
Cuando ya mi inspiración fenezca ya cansada
anhelo que no te ruborices y te sientas olvidado
porque habrá poetas que te amen
pero tal vez no tanto como te adoro yo.
Adiós terruño resumido en la claridad del día
y adormecido en el manto de tu Patrona silenciosa,
donde estaré bordando tus estrellas
para que sepas que te añoro todavía.
Y si no me ayudaran todas ellas
viajaré hasta el fondo de los mares celestiales
para hurtar de los moluscos sus tesoros o bien las
perlerías
para cumplir mi promesa y por siempre seas agraciado.
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